¿De qué sirve crecer mal en Seguros de Salud?

Este artículo fue publicado anteriormente en Actualidad Aseguradora

En un artículo recientemente publicado en NATURE, un equipo de investigadores analiza por qué los insectos vuelan de forma descontrolada en torno a la luz artificial. Descubren que cuando la bombilla se ubica por debajo, tienden a volar al revés, invertidos. Concluyen los científicos que es probable que la bombilla les confunda pues están programados para volar orientados por un Sol, lejano y eternamente cenital.

Cual polillas, los humanos podemos ser confundidos también por lo aparente.

Así está ocurriendo con el seguro de salud, pues una cosa es lo que fue y otra muy distinta lo que lleva camino de acabar siendo si, como me temo, los usuarios acaban confundiendo una linterna LED con un sol de verdad. Lo peor sería que esa confusión sea fruto del engaño y no de la incompetencia y, con ello, que los presuntos astrónomos – agentes y corredores – acabemos siendo más bien astrólogos confundidos.

Si bien la asistencia sanitaria pública es un derecho universal y funciona especialmente bien cuando la cosa es de vida o muerte, hay que reconocer que tiene carencias y plazos de espera insoportables. Por ello es aspiracional contar con un seguro médico privado que – por tener cubierto el riesgo por el Estado – no deja de ser un lujo, pues se pretende alcanzar una prestación más ágil, elegible y un mejor tratamiento “hotelero” en caso necesario. Pero ningún seguro garantiza 11 meses de UCI como sí prestó a mi cuñada la Seguridad Social, quede claro.

Todo lujo es accesible a quien puede pagarlo. Y debe cuidar, con talento, seguir siendo eso, un lujo. O, de lo contrario, acabará padeciendo los mismos vicios que critica en el modelo público. Hacen mal las aseguradoras en masificar sus cuadros médicos, en tener listas de espera equiparables a las públicas en ciertas especialidades y, claro está, en descuidar la calidad de profesionales y tecnologías. Lo primero se logra con honorarios vergonzosos, congelados desde hace más de dos décadas; lo segundo, con primas insuficientes que no permiten incorporar el estado de la ciencia a la salud del asegurado.

Una guerra de precios brutal conduce a que estemos inmersos en campañas de descuento, con primas absurdas y márgenes anoréxicos en un ramo, el de la salud, donde nos jugamos la vida y la sanidad del asegurado. Algo que queda comprometido si el médico está estresado con 40 visitas diarias para llevar algo digno a casa, donde el holding hospitalario de turno rapiña hasta el 50% de esos honorarios. Hasta que no se puede más, hasta que la cosa está a punto de reventar y da igual lo que digan la Disposición Adicional 5ª, o el artículo 11.2 LCS, o lo que apunta el TRLGDCU acerca de la abusividad de las cláusulas de modificación de precios que no cuenten con métodos explícitos de cálculo y entramos en los recargos del 50% al 400% aplicados a perplejos tomadores que, escandalizados, buscan algo más barato donde refugiarse del absurdo pues se sienten timados.

Y es entonces cuando, huyendo de lo insoportable, acaban cayendo en lo más “fake” de la oferta aseguradora. Casi nada de cobertura, más leonina si cabe con sus prestadores y predispuesta a echar a la calle a quien consuma unas provisiones de juguete ¿A eso le llamamos “competir”?

Leo entre líneas: tal vez por los errores fruto del estrés las aseguradoras reniegan de la RC médica, UNIPROMEL anuncia medidas y en tantas clínicas reza una advertencia: “NO ADMITIMOS ASEGURADOS DE …”.

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