PROTEGER AL STABLISHMENT ¿DEL USUARIO?

Este artículo fue publicado inicialmente en Actualidad Aseguradora

Hace unos días Patricia Suárez, presidenta de ASUFIN, ponía el dedo en la llaga al preguntarse por qué habría de reducirse el importe de las resoluciones vinculantes de la futura autoridad financiera de 20.000€ a 2.000€. Ello supondría un gravísimo atentado contra los intereses de los usuarios afectados por cláusulas o prácticas abusivas.

Tengamos en cuenta que, según la Memoria del Banco de España la banca española, solo por su actividad bancaria, acumula 164.293 reclamaciones ante el Supervisor más otras 850.402 ante los juzgados especializados en cláusulas abusivas. Más de un millón de reclamaciones, sin contar aquellos abusados que aún no lo saben y quienes aceptan el degüello sin rechistar, posiblemente porque las vías extrajudiciales son complacientes con el poder financiero, dibujan un panorama desolador.

Obviamente, los lobbies presionan a rabiar, ejerciendo todas las acciones posibles de cabildeo ante nuestros representantes electos para que la futura Ley sea complaciente con el abusón. Lo cual implica, directamente, una traición que perjudicaría a todo votante, pues ser cliente de un banco o de un seguro no tiene color político. Por tanto, el abuso afecta a todos, es netamente democrático al menos en eso.

Uno podría preguntarse qué se intenta proteger, al exponer al usuario, a la gente sencilla, común y corriente y por qué hacerlo. Podría tener sentido si una industria financiera estratégica para el devenir de un país estuviera en un riesgo cierto de irse a criar malvas. Pero, lejos de ello, estamos ante los momentos más boyantes de su historia: jamás habían apilado tantos millones en sus beneficios y jamás su alta dirección había recibido esos bonus, incluidos sus planes de pensiones en paraísos fiscales.

Por tanto, no se trata de proteger algo en riesgo, sino de garantizar privilegios.

Las aseguradoras, por su parte, quieren su parte del festín y andan como animales en celo exhibiendo sus plumajes buscando aparearse con un banco, aquel que sea más propenso a saltarse lo que sea con tal de maximizar el beneficio. Y, claro está, un producto que no genera riesgo sino puro comisionamiento utilizando la misma red exhausta y presionada de empleados no es sino maná caído del cielo. En algunos bancos, más del 20% de sus beneficios proceden de seguros y, en el pasado, alguno superó el 50%.

Soy un romántico, tal vez, pero a mí me preocupa más el cómo que el cuánto. Sé, porque me lo cuentan sus víctimas – llevo cerca de 15.000 casos asistidos – qué huellas deja el abuso en personas de carne y hueso, en familias enteras e incluso en empresas y sus llamados stakeholders, empezando por los empleados que acaban en la calle. Sé de suicidios. Un seguro mal hecho, generalmente muy limitado en cobertura, colocado a ciegas por ciegos en conocimiento y como condicionante sine qua non para acceder a un préstamo necesario puede ser muy tóxico. Mucho más de lo que nos cuenta un precio fuera de mercado que, a veces, alcanza el 300% de la prima media del sector.

El stablishment no necesita ser protegido, sino el usuario de la depredación con que este lo trata. Empíricamente podemos conocer que la banca tiene un problema grave de conducta al que, desgraciadamente, se suma con un fervor creciente el seguro, tal vez atraído por la capacidad de generación de beneficios y bonus que avivan el abuso.

Ahora toca convencer a nuestros representantes electos de que no deben ceder a las tentaciones, puertas giratorias incluidas.

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